lunes, 11 de febrero de 2013

"Economía y política en 2013"

"Economía y política en 2013", La Voz de Galicia, Mercados, 27-I-2013

VALOR Y PRECIO

Xosé Carlos Arias

                  Economía y política en 2013

No hay frase que en los últimos años se repita más cuando se habla de los tortuosos caminos de la economía y la política económica: vivimos en un mundo en el que la voluntad de los gobernantes está dominada por los mercados de capital. No faltan, desde luego, razones para creerlo así. Cabe sin embargo matizar que ésta no es una realidad nueva; por el contrario, convivimos con ella desde hace al menos un par de décadas, aunque sea ahora cuando ha mostrado sus peores caras. Es por eso, precisamente, que la mayoría de la gente está aún tomando conciencia de lo que significa ese auténtico dogal que el comportamiento de los inversores impone a las políticas públicas.

En un libro escrito conjuntamente con mi colega Antón Costas –La torre de la arrogancia, Ariel, 2ª edición, 2012-, hemos intentado explicar las razones por las que creemos, un tanto a contracorriente, que en una perspectiva de largo plazo ahora vamos más bien hacia un escenario con mayor protagonismo de la política. Eso sí, pasando por múltiples episodios contradictorios y no pocas involuciones, de las que a lo largo de los dos últimos años ha habido muchas y diferentes muestras, desde el inusitado protagonismo de la tecnocracia en varios países europeos, a la moda de introducir estrictas reglas fiscales en las constituciones.

Pues bien, 2013 se está manifestando ya –para bien o para mal- como un año en el que los juegos y resultados electorales, y las orientaciones específicas de los gobiernos, parecen jugar un papel más activo en cuanto a la marcha de las distintas economías. De hecho, el año económico comenzó mostrando la peor cara de la política democrática, cuando diferencias casi insalvables entre los dos grandes partidos norteamericanos en materia de política fiscal (muy lejos del tópico antipolítico del “todos son iguales”) estuvieron a punto de provocar un nuevo colapso en la economía internacional. Algo de lo que aún no estamos a salvo, pues el asunto volverá con fuerza al primer plano en apenas un mes. Lo que sí va quedando claro, en todo caso, es que este segundo mandato de Obama apunta hacia una agenda menos neutra, más “politizada” hacia la izquierda.

Otro episodio reseñable es el de Japón, en donde el gobierno salido de las recientes elecciones ha puesto en marcha un programa de política económica muy diferente al anterior. Se trata de un plan de relanzamiento económico en toda regla, que equivale a casi un 3,8 % del PBB del país, de lo cual más o menos la mitad son estímulos directos en forma de inversiones y contratos públicos. Al mismo tiempo, el nuevo gobierno no ha disimulado sus presiones sobre el Banco de Japón –violando el supuestamente sagrado principio de independencia- para que éste cambie sus estrategias y encare una lucha efectiva contra las ya crónicas tendencias deflacionistas del país. Con todo ello, observamos que en estos momentos en el conjunto de los países desarrollados está en vigor toda una diversidad de políticas macroeconómicas: de estímulos masivos (Japón), de expansión limitada (Estados Unidos) y de austeridad compulsiva (casi toda Europa).

 También en el viejo continente nos encontramos ante coyunturas electorales importantes, que pueden traer consigo cambios significativos en las políticas macroeconómicas. La primera de ellas tendrá lugar en Italia dentro de unas pocas semanas. El momento italiano es interesante porque, al margen del resultado final, se va a producir un “regreso de la política” en todos sus términos, poniendo fin al experimento tecnocrático del último año. Puede ocurrir, desde luego, que Mario Monti vuelva al gobierno tras las elecciones, pero si tal cosa ocurriera, Il Professore difícilmente podría presumir de su condición de mero técnico, al margen del tradicional juego político, con la formación de coaliciones, etcétera. Lo cual, es cierto, puede hacer más difícil la gestión económica (y la prima de riesgo posiblemente lo acusaría), pero para la salud democrática del país mala cosa no sería.

Pero es bien sabido que a madre de todas las batallas electorales de 2013 tendrá lugar en Alemania. De hecho, buena parte de las decisiones –algunas graves- que nos han afectado a los ciudadanos de los países de la UEM, no solo a los alemanes, en los últimos años fueron adoptadas con la vista en esa cita. A pesar del tan repetido anuncio de una victoria de Merkel, las recientes elecciones sajonas muestran que el resultado es bastante incierto, y en todo caso, dependerá mucho de la propia evolución económica; es decir, de que se confirme la caída en recesión o, por el contrario, una recuperación de esa economía a partir del segundo trimestre. ¿Podría haber un cambio efectivo en la línea de política económica, en Berlín y Bruselas, en caso de un eventual cambio de gobierno en ese país?. Difícil es anticiparlo, pero es seguro que François Hollande, y acaso también Mariano Rajoy, sueñan