lunes, 18 de febrero de 2013

"Galicia y la montaña que parió un ratón"

"Galicia y la montaña que parió un ratón", La Voz de Galicia, Mercados, 17-II-2013.


A ORILLAS DE LA CIFRA

Xosé Carlos Arias

          Galicia y la montaña que parió un ratón

El presupuesto europeo tiene varias características singulares, que lo alejan mucho de los modelos de organización de las cuentas públicas nacionales: su extensión plurianual, a lo largo de siete ejercicios económicos; la complejidad de sus procedimientos de elaboración; los criterios estrambóticos de distribución de los gastos por sectores, con la agricultura acaparando en torno a un 40 % del total; y sobre todo, su mínima dimensión, que no llega siquiera al 1 % del PIB de la UE.

Este último punto resulta particularmente chocante en el contexto de profunda crisis que vive el continente. A todas horas se oye decir que no contar con una política fiscal común constituye una falta de coherencia general del proceso de integración (al menos si hablamos de la eurozona), y parece obvio que la manera más directa de resolver ese problema sería dar más peso al presupuesto europeo, reduciéndose el de los Estados. Pues bien, el resultado de la reciente cumbre avanza directamente en la dirección opuesta, haciendo que se aleje aún más del 1,2 % que llegó a alcanzar hace una década. Decididamente, la gran montaña de la política europea ha parido un ratón.

Podrá objetarse que el ratón equivale a más de 900 mil millones de euros. Poca cosa en términos relativos, pero que puede jugar un papel de impulso importante, como se sabe bien en los países que, como el nuestro, han recibido cuantiosas partidas de fondos estructurales durante décadas. De cara a los difíciles próximos años, la prioridad máxima de las decisiones presupuestarias debieran ir dirigidas a la reconstrucción del modelo, o modelos, de crecimiento en Europa sobre unas bases sanas de productividad, que lejos de basarse sólo en reducciones de salarios, se basen en el impulso de la innovación y el cambio técnico (o sea, el cumplimiento de la llamada Agenda de Lisboa).  Sin embargo, lo que vemos es lo contrario: también en el ámbito europeo los recortes apuntan a partidas fundamentales, como la I+D.

En ese escenario tan poco estimulante, ¿cómo aparece Galicia?. Pues curiosa y afortunadamente, no del todo mal, pues, pese a los malos augurios de partida, se podría beneficiar del mantenimiento de fases de transición para las regiones que dejan de figurar en los objetivos de convergencia, como receptoras de fondos (algo ha debido influir en ello que seis länder alemanes se encuentren en la misma situación). Recuérdese que abandonar esa posición, por superar el 90 % de la renta comunitaria, era algo conocido de antemano. Pero lo que en tiempos normales habría que considerar casi una buena noticia –pues probaría que ya no es necesaria la asistencia de primera mano-, en las actuales circunstancias podría ser una tragedia.  Bienvenidos sean, por tanto, los 2.000 millones adicionales. Eso sí, habrá que extremar el cuidado para el buen uso de esos recursos, que seguramente serán los últimos que se reciban por esa vía. Una revisión profunda de los criterios de inversión es obligada, teniendo en cuenta la escasa rentabilidad económica y social de bastantes proyectos en el pasado.

Pésimos en lo general, aceptables desde una perspectiva más próxima y directa, el nuevo marco presupuestario plurianual está ya dibujado. Pero mal haríamos en considerarlo cuestión zanjada, pues aún le faltan varias etapas para su aprobación definitiva. De cara a la próxima, un Parlamento Europeo muy enfadado –y mala cosa sería, desde una perspectiva europeísta, que no lo estuviera- ya está velando sus armas.