lunes, 16 de septiembre de 2013

"El pésimo verano de los mercados emergentes"


La Voz de Galicia, Mercados, 15-9-2013

A ORILLAS DE LA CIFRA

Xosé Carlos Arias

        El pésimo verano de los mercados emergentes

A lo largo de los últimos meses en la economía internacional se han registrado algunas novedades tan interesantes como inesperadas; las hay decididamente positivas, como la consolidación de la línea de crecimiento en Estados Unidos y la estabilización europea. Pero algunas tendencias nuevas resultan altamente preocupantes. Entre ellas merece destacarse la azarosa evolución de la mayoría de las economías emergentes, sobre todo las de los ya famosos BRICS (quizá con la notable excepción china). Y es curioso que después de cinco años de dura crisis, en los que esos países han ofrecido más soluciones que problemas a la economía mundial, ahora mismo se observen tendencias crecientes hacia la situación contraria (que, no olvidemos, era la más común antes de 2008). 

El mal verano de muchos países emergentes no se ha dado solamente en el ámbito económico: una inesperada ola de malestar y revueltas sociales avanzó por países que venían gozando de un considerable estabilidad política, desde Brasil a Turquía, lo que obliga a plantear la cuestión de hasta qué punto es sostenible su actual dinámica económica. Pero es en relación con esta única donde han surgido las mayores dudas, que en buena parte tienen que ver con las consecuencias de una eventual retirada de los estímulos monetarios en Estados Unidos y otros países industrializados: la posibilidad de que en un plazo no lejano desaparezcan los tipos de interés ultrabajos, está llevando a una reorientación de los flujos de capital hacia los países más desarrollados. Su consecuencia más visible es la intensa depreciación de divisas como las de Brasil, Sudáfrica o India. El caso de este último país es muy significativo: considerado como una inesperada historia de éxito durante los últimos años, de pronto ha despertado con una fuerte desaceleración económica y un rápido deterioro de sus cuentas exteriores. Es ahora cuando recordamos los múltiples factores que siguen estrangulando las posibilidades a largo plazo de esa economía (y de otras muchas de ese entorno): el lamentable estado de las infraestructuras, los bajos niveles educativos, los abismos de la desigualdad. 

Para los países desarrollados la nueva situación que se va configurando trae consigo alguna ventaja: por ejemplo, la recomposición de los flujos está provocando ahora mismo una cierta entrada de capitales en Europa, que explica en parte la mejora de las primas de riesgo en los países periféricos. Pero junto a ello aparecen también riesgos notables. El mayor es, sin duda, que una eventual contracción del mundo emergente provoque el temido colapso del comercio internacional que, precisamente, el auge de esos mercados consiguió evitar en lo peor de la crisis. Ese hecho sería fatal para economías como la alemana –o en otro grado, la española-, tan dependientes de sus capacidades exportadoras para poder seguir creciendo.

Es por esto último que uno de los datos que con más ansia se ha seguido en Europa durante el verano ha sido el del PIB del gigante chino; y aquí la sorpresa ha sido positiva: la desaceleración parece estar siendo más suave de lo esperado, apuntando las previsiones de crecimiento para final de año a un estimable 7,5 %.  En todo caso, la situación es fluida y cambiante, y refuerza la impresión de que, de cara a 2014, una parte decisiva del juego económico se sitúa en tierras lejanas, ya sean de Asia o América latina.