lunes, 30 de septiembre de 2013

"Las agencias reguladora y los jíbaros"

La Voz de Galicia, Mercados, 29-9-2013.

A ORILLAS DE LA CIFRA

Xosé Carlos Arias

             Las agencias reguladoras y los jíbaros


Una de las principales novedades institucionales del organigrama político económico de las tres últimas décadas fue el progresivo asentamiento de las agencias reguladoras sectoriales. Se trata de un modelo de larga tradición en Estados Unidos que en Europa era casi desconocido antes de 1970.  A partir de ese momento son muchos los países que fueron creando agencias, a las que se concede atributos de independencia funcional de los gobiernos para hacer frente a responsabilidades supervisoras muy importantes sobre sectores como el eléctrico, las comunicaciones o los mercados de valores. De modo que los grandes servicios públicos están hoy en casi todos los países sometidos a inspección y control por parte de entidades de ese tipo.

Esa tendencia general no tardó en afectar también a España, donde poco a poco fue apareciendo una tupida red de órganos supervisores, como las Comisiones Nacionales de la Energía (CNE), las Telecomunicaciones (CNT) o el Mercado de Valores (CNMV), además de la quizá  más importante por su condición transversal, la Comisión Nacional de la Competencia (CNC). La justificación teórica de todas ellas, y de su condición independente, está, en primer lugar, en la complejidad técnica de las funciones que cumplen; y segundo, en su necesaria lejanía respecto a la política ordinaria y al juego de presiones de los sectores y empresas afectadas. La confluencia de los dos puntos anteriores debe permitir que se obtengan ganancias de credibilidad para la conjunto de la política económica, o así al menos lo suelen entender los mercados de capital: un país con fuertes agencias reguladoras de tradición independiente se hace más atractivo para los inversores internacionales. Claro que esto último contiene elementos controvertidos, en los que ahora no cabe sin embargo entrar.

La historia de las Comisiones Nacionales en España tiene sus luces y sus sombras. Entre estas últimas, si por poner un ejemplo nos centramos en el ámbito de la defensa de la competencia, cabe señalar la insuficiente capacidad inspectora, originada en gran medida por una relativa escasez de medios, y la proliferación de órganos que, como pretendidos duplicados de la CNC, han ido surgiendo por  muchas comunidades autónomas. Pero esas disfunciones no deben hacernos olvidar que sin un organismo como la CMC, la economía española tendría hoy mayores distorsiones en su sistema de precios, y el funcionamiento general de los mercados sería peor.

La constatación anterior es oportuna porque el gobierno acaba de aprobar una reforma profunda del modelo de agencias. Con el manido argumento de la necesidad de reducir gastos administrativos, se han fusionado casi todas las agencias anteriormente existentes (todas menos la CNMV) en una sola, la nueva Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia, que un par de meses estará en pleno funcionamiento. Se supone que ello permitirá un ahorro de 28 millones de euros.. En este como en otros casos –así, los recortes en ciencia e innovación- la jibarización de estructuras del Estado podría estar haciendo un daño  importante al futuro de nuestra economía: la reducción de recursos disponibles para sus actividades y la considerable reducción de personal acaso traigan consigo indeseables consecuencias, como un acrecentado poder de ciertos monopolios. No es raro que la Unión Europa, aunque finalmente lo haya validado, por el camino expresara todo tipo de reservas ante esta reforma, tan poco “de mercado”.