lunes, 25 de noviembre de 2013

"Inflación cero: ¿bendición o amenaza?"

La Voz de Galicia, Mercados, 24-XI-2013.

A ORILLAS DE LA CIFRA

Xosé Carlos Arias

            Inflación cero: ¿bendición o amenaza?

El último registro de la tasa de inflación en España ha sido del -0,1 por ciento, es decir, muy próxima a lo que en algún momento pudo parecer un sueño: la inflación cero. Algunos analistas y, desde luego, el gobierno han interpretado este dato como uno más entre los que supuestamente indican que la economía está tomando al fin el rumbo hacia una efectiva recuperación. Y es verdad que la ausencia de inflación trae consigo ventajas indudables, como favorecer la capacidad adquisitiva de los salarios. Más importante aún que la tasa en sí misma es la llamada inflación diferencial (es decir, la diferencia con la evolución de los precios de los países con los que se negocia y compite). Es bien sabido que el diferencial de la inflación española en relación con la media europea (de en torno a un punto, mantenido bastante continuamente desde 1986), ha sido un obstáculo para nuestra capacidad competitiva en los mercados del continente. Con los últimos datos la situación se ha invertido (0,8 por ciento, menor en España), lo que no le vendrá mal a nuestras exportaciones. Buenas noticias, pues. Pero, ¿son realmente noticias buenas?.

Pues seguramente no. Lo que antes de 2008 se admitiría sin mucha discusión, ahora se ve de otro modo, porque el entorno general de los problemas económicos es muy diferente. De hecho, en las últimas semanas más bien oímos hablar con preocupación de la posibilidad de que estemos entrando en la senda opuesta, la de la deflación. Para el caso de España lo acaba de advertir el Fondo Monetario, y para el conjunto europeo, la reciente y excepcional decisión del BCE de bajar los tipos de interés ha sido interpretada de inmediato como una consecuencia de que, efectivamente, el miedo a la deflación está llegando a Francfort. Un fenómeno, la deflación, muy raro desde los años treinta del siglo pasado, pero con el cual una economía importante, la  japonesa, se ha acostumbrado a vivir desde hace más de una década.

Pero, realmente, ¿por qué es mala la caída sistemática de los precios?. Más aún: ¿por qué puede representar un problema peor que el de su subida?. Básicamente, por lo que tiene de síntoma: el capitalismo es un sistema que, por su dinámica interna, requiere un cierto crecimiento de los precios (la clave está en conseguir que este no se vaya de las manos); si ello no ocurre, lo más probable es que estemos ante tendencias profundas al estancamiento, que es justamente lo que se teme ahora en Europa. De hecho, pensando en España, el dato de decrecimiento del IPC es consistente con algunos otros que pasan desapercibidos, pero que dan una idea bastante clara de hasta dónde llega la atonía de nuestra economía interna: según los últimos datos del ministerio de Industria, entre enero y octubre el consumo de electricidad ha caído un 2,3 por ciento, y la utilización de la capacidad productiva se ha reducido hasta el 72,5 por ciento. 

Pero no es sólo lo que tiene de revelador de tendencias económicas profundas. Un escenario deflacionista puede ser el peor posible para resolver algunos de nuestros principales problemas, sobre todo la gran bolsa de deuda privada y pública: con caída de precios el servicio de la deuda se haría más difícil, y podría ser imposible sin un crecimiento significativo. Es por eso por lo que economistas importantes, como Olivier Blanchard o Ken Rogoff, abogan hoy por tasas de inflación de entorno al 4 % (un artículo muy influyente de Lawrence Ball se titula precisamente “The case for  4% inflation”, 2013).

Decididamente, no nos gusta pagar más por lo que compramos, pero la inflación cero –acaso camino hacia la deflación- podría ser una muy mala noticia.