lunes, 9 de diciembre de 2013

"Zapatero, Solbes y una carta del BCE"

La Voz de Galicia, Mercados, 8-XII-2013.

A ORILLAS DE LA CIFRA

Xosé Carlos Arias

    Zapatero, Solbes y una carta del BCE

¿Batalla de egos?. ¿Intentos de justificación ante la historia?. ¿O tal vez sencillamente la búsqueda un tanto peripatética del perdido lugar al sol?. La publicación casi simultánea de los libros del expresidente Zapatero y su ministro Solbes, están provocando una inesperada cascada de polémicas sobre el contenido de las políticas económicas de la primera fase de la actual crisis. Como suele ocurrir en estos casos, el resultado es que ninguno de ellos parece salir bien de la querella. Particularmente chocante es la reaparición de Pedro Solbes, quien se desata ahora con ácidas criticas a la política ultraexpansiva que él mismo puso en marcha, parece que contra su voluntad, en el otoño de 2008. En realidad, esa crítica sería coherente con el relato que ha acabado por imponerse sobre el origen de nuestros desastres, según el cual las alegrías irresponsables del gasto en 2008-2009 fueron la causa de los desastres posteriores.

La verdad es más compleja. Ciertamente, Rodríguez Zapatero y el propio Solbes tuvieron una responsabilidad en el origen de la crisis. Pero hoy sabemos que esta no estuvo tanto en sus improvisaciones de 2008, como en su gestión durante los años de bonanza: por entonces, ambos obtuvieron sin duda algunos resultados positivos que merecen reconocimiento –como el superávit presupuestario de 2007-, pero cometieron el gravísimo error de no cambiar un modelo de crecimiento productivo que llevaba al desastre (lo que su partido prometió hacer en el programa electoral de 2004).  

Que el gobierno estaba en 2008 petrificado es una evidencia. Pero en su descargo hay que decir que lo mismo le ocurría a casi todos los líderes políticos mundiales en ese momento (quizá únicamente el primer ministro británico, Gordon Brown, se dio cuenta de lo que se venía encima). Después del accidente de Lehman Brothers, el uso de cualquier medio para intentar detener el derrumbe fue común a casi todos los gobiernos, y de hecho ése fue el principal mensaje salido de la reunión del G-20 en Washington. En Estados Unidos, por ejemplo, se puso por entonces en marcha la American Recovery and Reinvestment Act, que se parecía mucho al plan de estímulos fiscales del gobierno español. De esos programas cabe decir que, debido a su improvisación, cometieron múltiples errores y tuvieron efectos colaterales nefastos… y sin embargo en aquellas circunstancias eran inevitables: para el caso norteamericano, tal y como muestra el macroeconomista Alan Blinder en su último libro (After the Music Stopped, Penguin, 2013) sin esa política la economía de aquel país habría colapsado en 2009.

Con todo, queda claro el desconcierto de Zapatero en esos años, cuando no hacía más que dejarse llevar por la corriente internacional; sobre todo –él mismo lo documenta en su libro- a partir del momento en que se vio obligado a cambiar la dirección de su política, en mayo de 2010. Lo más interesante –quizá lo único- de su libro, está en la famosa carta del entonces presidente del BCE, J.C. Trichet, que por fin se ha hecho pública: lo destacable de ella no es tanto que deje en evidencia nuestra “soberanía limitada” (que de algún modo es inevitable dentro de una unión monetaria), sino que hace ver lo peor de algunos bancos centrales muy “independientes”, los cuales imponen arrogantemente sus dicterios tecnocráticos por encima de los órganos legítimamente elegidos. En esa carta se formula del modo más descarnado una especie de chantaje: aplica el programa de austeridad sin matices, si quieres que yo actúe como prestamista de último recurso (lo que debiera ser mi obligación en todo caso). El daño a la economía ha sido innegable, en la forma de la segunda recesión dentro de la crisis. Pero lo peor quizá sea el mal causado a nuestra autoestima como país democrático.