lunes, 20 de enero de 2014

"La conversión (parcial) de Alan Greenspan"

La Voz de Galicia, Mercados, 19-I-2014.



Entre 1980 y 2008, un fantasma conquistó el mundo: la ilusión de que las modernas finanzas habían alcanzado al fin, simultáneamente, el máximo de eficiencia y seguridad. La dinámica de innovación, desregulación y apertura internacional habrían conducido a una situación casi ideal en la que la actuación de los operadores en los mercados financieros era considerada como plenamente racional y los mercados en su conjunto se concebían como infalibles. Dado que eso ocurría en un contexto económico en el que los flujos de capital se expansionaban sin cesar, pronto se pensó que estábamos ante la garantía de un crecimiento sin fin para muchas décadas. Podíamos, por tanto, despreocuparnos de que sobrevinieran recesiones, crisis, esas molestias del pasado.
Teorías no faltaban para demostrarlo. La llamada Hipótesis de Mercados Eficientes pasó a dominar la moderna teoría de las finanzas, lo que se tradujo en que allá por el ahora tan lejano 2008, quien no profesara esa creencia era tratado entre los grandes académicos de la materia –lo ha dicho Robert Shiller- “como lo sería un astrólogo en un congreso de astronomía”. Pero la cosa no quedó ahí: lo verdaderamente importante es que esa visión se trasladó con fuerza a algunos de los principales actores de la política económica –en gobiernos o bancos centrales- de los grandes países. El mejor y más conocido ejemplo fue el de Alan Greenspan, durante casi veinte años máximo responsable de la Reserva Federal norteamericana.
Durante todo ese tiempo, Grenspan era  considerado como una especie de gran gurú, alguien que nunca se equivocaba, pues dominaba como nadie los mecanismos, las técnicas de intervención que garantizaban el óptimo funcionamiento de los mercados (aunque más bien sería lo contrario, pues lo que puso en marcha fue precisamente la desregulación o autorregulación plena de las finanzas). El mensaje de que con Greenspan al frente los norteamericanos podían estar tranquilos resonaba por todas partes, y en todo caso él mismo se encargaba de pregonarlo en sus distintas publicaciones. La prueba más significativa de ese estado de opinión fue el libro hagiográfico que le dedicó el periodista Bob Woodward (famoso por haber destapado con Carl Bernstein el asunto Watergate), que llevaba el casi increíble título de “Maestro” (así, en español). 
Pero el mundo ha cambiado mucho en estos años y una obra como esa ahora causaría estupor. Al menos es lo que se deduce de la lectura del último libro del propio Greenspan, “The Map and the Territory” (Penguin, 2013), en el que revisa en profundidad algunos de sus viejos dogmas. No todas, desde luego, pues sigue siendo un ultraconservador que desconfía de cualquier intervención pública en la economía. Pero sí es muy revelador su cambio radical con respecto a las finanzas, a las que ahora parece ver como un gran peligro, como algo a lo que hay que prestar atención si no queremos que su evolución descontrolada acabe por traer consecuencias funestas al conjunto de la economía y la sociedad. Ahora asegura que “las finanzas son enteramente distintas del resto de la economía, pues pueden devenir en irracionales y dominadas por ‘animal spirits’ …”. El Greenspan de 2007 sencillamente se habría reído de eso.
 Es también interesante que el otro gran actor de la política económica reciente que creyó firmemente en aquellas ideas de infalibilidad de los mercados financieros, el ex primer ministro británico Gordon Brown, haya hecho una revisión aún más profunda y completa que la de Greenspan. Bienvenidas sean todas las autocríticas, pero a los millones de ciudadanos que han pagado las consecuencias de aquella arrogante quimera seguramente no les sirva de consuelo.